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Recuerdos de Hungría









Desde chica que saboreo exquisiteces de la cocina húngara y alemana, gracias a mi mamá del corazón, Herminia, mamá de Alejandra, mi mejor amiga desde que éramos así de chiquititas.
Ella siempre encontraba tiempo, no importa cuan ocupada estuviera, para hacer exquisiteces centroeuropeas, que para mí eran toda una novedad. Gracias a que a mí, estando en casa ajena me daba vergüenza decir que no, pude probar lo más rico, como el Leberwürst con pepinitos en vinagre o los arrollados con semillas de amapola.
Mi snack favorito era, lejos, el lángos. Aunque algunas versiones llevan papa en la masa o vienen con queso por arriba, el lángos que yo conocí era simplemente masa de pizza (o de pan) frita. Se come bien calentito, frotado solo con ajo y sal. ¡Una delicia especial para los días de lluvia!

Lángos

Masa

Harina 000, 1 kg
Levadura fresca, 50g
Azúcar, 1 pizca
Sal, 10g
Agua tibia, 600 cc
Aceite, 1 cucharada

Varios

Dientes de ajo enteros, pelados
Sal
Aceite para freír


Para el fermento

Deshacer la levadura en un recipiente chiquito con apenas de agua tibia, 1 cucharada de harina y 1 cucharada de azúcar. Debe quedar una pastita. Tapar con clingfilm y dejar en lugar tibio hasta que espume. Cuando la superficie esté llena de burbujitas y haya crecido un poco, está lista.

Para la masa

Poner la harina sobre la mesada en forma de corona.  Agregar la sal por los bordes y la esponja de levadura en el centro. Agregar el agua tibia de a poco, en el centro e ir poniendo la harina siempre desde el centro hacia afuera para ir formando la masa y que el agua no se desparrame por todos lados. Formar el bollo y amasar sobre la mesada durante 15 minutos hasta obtener un bollo liso y elástico que no se pegue ni a las manos ni a la mesada.
Dejar reposar en un bol, tapada, en sitio tibio hasta que duplique su volumen.
Cuando la masa este lista, poner abundante aceite a calentar en una cacerola o sartén. Cuanto más aceite tenga la cacerola, más secos y crujientes saldrán los lángos.
Desgasificar la masa. Ir tomando porciones del tamaño que se desee (no demasiado grandes) y freírlas en el aceite caliente. Escurrir sobre papel absorbente y apilar sobre una fuente.
Servir con dientes de ajo enteros, pelados aparte.
Se comen con la mano (¡ojo que queman!), frotándolos antes con ganas con un diente de ajo (a mí me resulta practico cortar el diente de ajo al medio a lo largo) y espolvoreados con sal. Un manjar.




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